Las ventas de autos nuevos en Puerto Rico se dispararon en marzo de 2025, alcanzando las 12,072 unidades, un aumento significativo en comparación con las 9,000 unidades de febrero y las 8,595 de enero.
Con esta cifra, marzo de 2025 se convierte en el mes con más ventas desde mayo de 2021 (12,686 unidades). Solo en tres ocasiones anteriores se habían superado las 12,000 unidades vendidas en un mes: diciembre de 2018 (12,702), diciembre de 2019 (12,497) y diciembre de 2020 (13,983).
Este repunte se atribuye principalmente a la urgencia de muchos consumidores por adquirir un vehículo antes de la entrada en vigor de un nuevo arancel del 25% sobre vehículos importados, efectivo a partir del 3 de abril. Se anticipa que algunos modelos podrían enfrentar aumentos de precio de hasta $10,000 si los concesionarios deciden trasladar el costo completo del arancel al consumidor.
El arancel, impulsado por la administración Trump como parte de su agenda proteccionista, busca fortalecer la producción automotriz nacional. No obstante, ha generado inquietud entre consumidores y concesionarios, ya que menos del 20% de los autos nuevos vendidos en el primer trimestre de 2025 en Puerto Rico fueron de fabricación estadounidense.
Durante el primer trimestre del año, se han vendido 29,667 autos nuevos en la isla, una cifra levemente superior a las 29,336 unidades registradas en el mismo periodo de 2024 y las 29,546 de 2023. Sin embargo, aún se encuentra por debajo de los niveles alcanzados en 2021 (32,324) y 2022 (32,710), cuando los estímulos económicos por la pandemia impulsaron una demanda récord.
Marzo fue particularmente fuerte: los 12,072 autos vendidos superaron incluso los 11,697 de marzo de 2021, que hasta entonces había sido el mejor marzo en términos de ventas desde la pandemia.
Se anticipa una desaceleración en las ventas en los próximos meses, ya que el impacto del nuevo arancel podría traducirse en aumentos sustanciales de precios, especialmente en modelos de entrada altamente dependientes de piezas extranjeras. Esta medida no solo pondrá a prueba la capacidad de adaptación del mercado automotriz en Puerto Rico, sino que también podría redefinir las decisiones de consumo en un entorno de mayor incertidumbre y presión inflacionaria.