En tiempos de crisis, la historia siempre es una buena herramienta para entender el presente, y poder proyectarnos hacia al futuro. Desde el siglo 19 al presente, la economía de Puerto Rico ha pasado por diversos ciclos o transformaciones. Siempre, los puertorriqueños se las han arreglado para superar los desafíos económicos y salir airosos.
Cuando miramos hacia el pasado, si algo ha sido constante en el proceso evolutivo de la economía de Puerto Rico ha sido el constante cambio. La economía local, al haber estado subordinada a un poder político superior, primero bajo España por espacio cuatro siglos y desde el 1898 al presente, bajo los Estados Unidos, los cambios económicos han sido propiciados por fuerzas externas. Dentro de esas limitaciones, los actores económicos insulares (empresas, gobiernos e individuos) han tenido que adaptarse y sobrevivir dentro de cada uno de esos cambios.
Expongo como hipótesis principal de esta columna, que luego de más de cinco siglos, la economía puertorriqueña ha creado una gran capacidad de adaptación a periodos de crisis, del cual siempre sale una nueva realidad económica.
La economía del café
Los diversos libros de historia económica, entre los que destaco el de Jaime Dietz, publicado en el 1989, analizan como desde principios del siglo 19, Puerto Rico se convirtió en un importante productor y exportador de café para los mercados globales. El café puertorriqueño llegó hasta el Vaticano, según está documentado. El huracán San Ciriaco que azotó la isla en el 1899, afectó grandemente los cultivos de café, y la entrada del capital de Estados Unidos a partir del 1898 desplazó la importancia de este producto.
La economía del azúcar
Durante el período de 1901 al 1933, Puerto Rico se convirtió en un gran centro de producción azucarera, hasta el punto que, en el 1930, el 44% de la tierra para el cultivo de azúcar estaba en manos de empresas de los Estados Unidos. La “Gran Depresión” del 1933 golpeó duro a la industria y comenzaron las tensiones sociales y políticas que pavimentaron el camino para el surgimiento del Estado Libre Asociado y el proyecto de industrialización conocido como “Manos a la Obra”. En el 1948 Puerto Rico fue pionero el mundo al estrenar su primera Ley de Incentivos Contributivos para atraer capital bajo el modelo de “industrialización por invitación”
La era de la industrialización
Puerto Rico ha sido unas de las pocas economías en el mundo en lograr un intenso proceso de industrialización que se llevó a cabo en dos décadas (1950 – 1970). El modelo tuvo muchos errores desde su origen al no fomentar el desarrollo del capital local, ni lograr los eslabonamientos entre las industrias que se traían a la isla. Bajo ese modelo la manufactura se convirtió en el principal motor de la actividad económica. El sector manufacturero evolucionó de industrias intensas en mano de obra (primera etapa del modelo) a industrias intensas en capital, como lo fueron las empresas petroquímicas entre el 1953 y el 1975. El embargo petrolero de la OPEP, disparó los precios del petróleo y se vino al piso el andamiaje industrial ubicado en la zona sur de Puerto Rico.
La era de la Sección 936
A partir del 1976, comienza la nueva etapa económica estaría fundamentada en la Sección 936, como un arreglo contributivo especial con el Departamento del Tesoro Federal que daría lucrativos privilegios contributivos a corporaciones de manufactura, ubicadas en Puerto Rico. Bajo este régimen, que duró desde el 1976 al 1996, la isla se convirtió en unos de los centros más importantes de producción y exportación de medicinas del mundo. En su punto más glorioso, en Puerto Rico se producían 14 de los 21 medicamentos más vendidos globalmente. Aún luego de la derogación de la Sección 936, algunas empresas con presencia en la isla, comenzaron su transición hacia la biotecnología entre ellas, AMGEN, Abbott y Eli Lilly, entre otras. Hoy todavía queda un importante grupo de estas empresas en este sector que exportan desde aquí medicamentos valorados en $44,000 millones anuales.
¿Cuál es el nuevo norte económico?
Luego de una década en depresión, causada por el fin de la Sección 936 y el cambio en el orden económico global, Puerto Rico busca un norte económico. Mi colega Juan Lara, plantea que el mayor reto que tenemos hoy, es definir una nueva identidad productiva. A pesar de la crisis, ya germinan lo que denomino las industrias emergentes, que pueden ayudar a definir un nuevo modelo de producción. La manufactura de alto valor añadido, como la biotecnología, dispositivos médicos y la industria aeroespacial, es claramente una importante plataforma de producción en las que tenemos ventajas competitivas.
Sin embargo, debemos comenzar a crear actividades de investigación y desarrollo como lo persigue el Fideicomiso de Ciencia y Tecnología. De forma complementaria, la industria de servicios profesionales, la industria de información y tecnología, y la industria de la salud, proyectan un crecimiento sostenido que pueden ser vitales en la construcción de la nueva economía. Claramente, el mayor desafío es articular un programa de desarrollo económico anclado en las ventajas competitivas que aún preserva la Isla y dar el próximo salto a una nueva economía.