La intención del presidente Donald Trump de imponer aranceles de hasta 25% a sus principales socios comerciales comienza a configurar las condiciones perfectas para una guerra comercial. Este conflicto no ocurre con armas o cohetes convencionales, sino con medidas punitivas al libre flujo comercial, como aranceles y otras acciones no arancelarias, incluyendo regulaciones y trabas a la inversión externa.
El comercio global está entrando en una nueva fase en la cual el presidente de la nación más rica del mundo con el Producto Interno Bruto (PIB) más grande ha decidido de forma unilateral usar los aranceles como medida de presión política y no necesariamente como una herramienta económica. Usualmente los aranceles son utilizados para corregir desbalances en la relación comercial de un país. Es decir, si Estados Unidos quiere reducir las importaciones de un país y a su vez aumentar las exportaciones, impone un arancel con ese propósito.
Pero en la actual coyuntura, Trump está usando los aranceles como medidas de presión para lograr objetivos políticos, como fue el caso reciente con Colombia, al amenazar con imponer aranceles de 25% si ese país no aceptaba recibir los colombianos que el gobierno está deportando. El presidente colombiano Gustavo Petro, sabiendo que Estados Unidos es su principal socio comercial, con exportaciones anuales valoradas en cerca de $20,000 millones, no le quedó otra alternativa que acceder a las demandas del mandatario norteamericano.
En el caso de México y Canadá, países con los cuales Estados Unidos tiene un tratado de libre comercio desde el 1994, (TLC) parece haber una mezcla de factores para imponer aranceles. El interés de Trump en forzar al gobierno mejicano a atender los temas de inmigración ilegal y frenar el narcotráfico, y a la misma vez, tratar de forzar a empresas norteamericanas a los Estados Unidos, objetivo consistente con su visión de Hacer a “América Grande de Nuevo” (MAGA por sus siglas en inglés).
Con China, el tema es más complicado, toda vez que hay factores políticos y comerciales. Trump quiere contener la expansión global del gigante asiático, cerrar la brecha comercial con ese país, y forzar a empresas norteamericanas a regresar a suelo doméstico o la región.
A cinco años del impacto de la pandemia del Covid-19, hay una nueva crisis en potencia como resultado de la guerra comercial a la que se dirige la economía global. En el corto plazo, si en efecto entran en vigor los aranceles y se escala la guerra comercial, los consumidores y las empresas sentirán en golpe directo, al tener que pagar precios más altos por insumos de producción y productos finales. Aranceles en el orden del 15% al 25%, tendrá el efecto de incrementar los productos importados.
Para contextualizar los potenciales efectos sobre la Isla, según datos de la Junta de Planificación durante el 2023, Puerto Rico importó de México y Canadá, mercancías valoradas en $1,218 millones y $647 millones, respectivamente. Mientras que, en ese mismo año, la Isla importó de ese país $961 millones. El valor de las importaciones de esos tres países fue de $2,826 millones.
Es incierto cuáles productos importados estará sujetos a aranceles, pero asumiendo que sea la mitad, serian $353.2 millones de impacto directo a las empresas y los consumidores. Este potencial aumento ocurre en momentos en que la inflación histórica que hemos vivido ha comenzado a normalizarse y algunos indicadores económicos apuntan a un enfriamiento gradual de la economía local.
Exhortamos a las empresas a evaluar el impacto en sus respectivas operaciones y hacer estrategias para mitigar esos impactos. Por ejemplo, hay que ver posibles suplidores de países que no estén impactados por los aranceles, entre ellos la República Dominicana.